Es curiosa la diferencia drástica que puede existir entre el propósito fundacional de una institución y su aplicación efectiva. La ciencia es un buen ejemplo de esta disparidad entre ser y deber ser.
Generalmente suele aceptarse el proyecto ilustrado como representante de la empresa científica. Según esta perspectiva la ciencia perseguiría el propósito de emancipar a la humanidad de las sombras de la ignorancia. Por lo tanto este proyecto buscaría tanto el avance de las investigaciones científicas como su posterior divulgación al conjunto de la sociedad.
El aspecto epistemológico de la empresa científica sigue intacto, no obstante su aspecto divulgativo se encuentra estancado. A día de hoy no se ha conseguido implantar una verdadera cultura científica. De hecho, a mi modo de ver, las únicas muestras del avance científico que llegarían al conjunto de la sociedad serian en forma de instrumentos que alargan, mejoran o facilitan nuestra vida.
Este hecho nos llevaría a una pragmatización o instrumentalización de la ciencia por parte de la sociedad creando de este modo una brecha entre el proyecto ilustrado y la ciencia como institución social real.
Pasemos a explicar esta afirmación de una forma algo más detallada. La pragmatización de una institución se produce cuando su valor reside unicamente en resultados prácticos ignorando completamente cualquier valor intrínseco. En el caso de la ciencia considero que este proceso se ha producido debido al fracaso del proyecto divulgativo, dado que el conjunto de la sociedad solo ha recibido el efecto de los avances prácticos pero no el conocimiento detrás de ellos.
Lo más curioso de todo esto, es que a mi modo de ver, esta absorción de resultados sin conocimiento alguno ha llevado a una especie de religiosidad a la institución científica. Con esto no quiero decir que la ciencia sea una religión si no que puede considerarse que actúa como tal. Intentaré explicar esta afirmación de la forma más detallada posible.
La actividad científica así como el conocimiento de las formas del lenguaje científico, no son un bien universal, si no que estarían en manos de una clase cualificada. El hombre de a pie no tiene en sus manos la capacidad de contrastar y comprender las pruebas objetivas ofrecidas por la ciencia. De hecho con el devenir de una actividad científica cada vez más especializada esto ocurre incluso entre científicos de campos diferentes.
Por lo tanto aquellas personas que no son capaces de comprender el lenguaje ni las pruebas científicas, creen en la ciencia no por razones, ni por hechos sino por pura fe o al menos por una convicción injustificada. Con esta conclusión no quiero afirmar que la ciencia es una religión, sino que dado que esta en manos de una clase cualificada y debido a esto, la gran mayoría de la sociedad no tiene acceso a los conocimientos científicos de este modo la ciencia adquiere la forma de una religión.
Uno de los mayores retos de la ciencia es dejar de ser una disciplina autoreferente incapaz de salir de su torre de marfil. Debe crearse una verdadera cultura científica en dónde los avances científicos queden presentados de forma adecuada. De este modo el conocimiento volverá a tener un papel fundamental en nuestras sociedades en dónde ya no valoraremos la ciencia por los instrumentos que nos ofrece, ni por la palabra divina de sus adeptos, si no por el conocimiento en sí el cual nos podrá impulsar hacia una sociedad mejor.