Ideas de fogueo: ¿Es la ciencia la nueva religión?

Es curiosa la diferencia drástica que puede existir entre el propósito fundacional de una institución y su aplicación efectiva. La ciencia es un buen ejemplo de esta disparidad entre ser y deber ser.

Generalmente suele aceptarse el proyecto ilustrado como representante de la empresa científica. Según esta perspectiva la ciencia perseguiría el propósito de emancipar a la humanidad de las sombras de la ignorancia. Por lo tanto este proyecto buscaría tanto el avance de las investigaciones científicas como su posterior divulgación al conjunto de la sociedad.

El aspecto epistemológico de la empresa científica sigue intacto, no obstante su aspecto divulgativo se encuentra estancado. A día de hoy no se ha conseguido implantar una verdadera cultura científica. De hecho, a mi modo de ver, las únicas muestras del avance científico que llegarían al conjunto de la sociedad serian en forma de instrumentos que alargan, mejoran o facilitan nuestra vida.

Este hecho nos llevaría a una pragmatización o instrumentalización de la ciencia por parte de la sociedad creando de este modo una brecha entre el proyecto ilustrado y la ciencia como institución social real.

Pasemos a explicar esta afirmación de una forma algo más detallada. La pragmatización de una institución se produce cuando su valor reside unicamente en resultados prácticos ignorando completamente cualquier valor intrínseco. En el caso de la ciencia considero que este proceso se ha producido debido al fracaso del proyecto divulgativo, dado que el conjunto de la sociedad solo ha recibido el efecto de los avances prácticos pero no el conocimiento detrás de ellos.

Lo más curioso de todo esto, es que a mi modo de ver, esta absorción de resultados sin conocimiento alguno ha llevado a una especie de religiosidad a la institución científica. Con esto no quiero decir que la ciencia sea una religión si no que puede considerarse que actúa como tal. Intentaré explicar esta afirmación de la forma más detallada posible.

La actividad científica así como el conocimiento de las formas del lenguaje científico, no son un bien universal, si no que estarían en manos de una clase cualificada. El hombre de a pie no tiene en sus manos la capacidad de contrastar y comprender las pruebas objetivas ofrecidas por la ciencia. De hecho con el devenir de una actividad científica cada vez más especializada esto ocurre incluso entre científicos de campos diferentes.

Por lo tanto aquellas personas que no son capaces de comprender el lenguaje ni las pruebas científicas, creen en la ciencia no por razones, ni por hechos sino por pura fe o al menos por una convicción injustificada. Con esta conclusión no quiero afirmar que la ciencia es una religión, sino que dado que esta en manos de una clase cualificada y debido a esto, la gran mayoría de la sociedad no tiene acceso a los conocimientos científicos de este modo la ciencia adquiere la forma de una religión.

Uno de los mayores retos de la ciencia es dejar de ser una disciplina autoreferente incapaz de salir de su torre de marfil. Debe crearse una verdadera cultura científica en dónde los avances científicos queden presentados de forma adecuada. De este modo el conocimiento volverá a tener un papel fundamental en nuestras sociedades en dónde ya no valoraremos la ciencia por los instrumentos que nos ofrece, ni por la palabra divina de sus adeptos, si no por el conocimiento en sí el cual nos podrá impulsar hacia una sociedad mejor.

Vivir una vida

1

-Señor, ha venido toda su familia.

Cuando Elijah abrió los ojos, miró a la enfermera y asintió con la cabeza. Pese a su frágil estado aún se sentía con fuerzas para encontrarse con sus seres queridos. Aunque fuera una última vez. Su mujer, Bárbara entró con una sonrisa en la cara y lo abrazó con fuerza. ¡Qué hermosa era! A pesar de sus 70 años seguía manteniendo su aspecto jovial. El simple hecho de verla lo llenaba de energía y sentía que todo cuanto había hecho había merecido la pena. Seguidamente tuvo ante sus ojos a sus dos hijos. Su hija Marian, la mayor, traía en brazos a su pequeño John. Y Victor que había crecido espectacularmente y había viajado medio mundo para venir a visitarle. Todos estaban ahí.

– No teníais por qué haber venido.

-No digas tonterías papá -dijo Marian haciéndose la indignada.

Se le escapó una lágrima a medida que iba recordando los momentos que había pasado con ellos. «¿Cómo he tenido tanta suerte? Incluso ahora a las puertas de la muerte me siento dichoso».

Se quedaron hasta bien entrada la noche cuando la enfermera pidió que se marcharan. «Necesita descansar». Pero Bárbara se quedó, ella nunca lo abandonaba. En 50 años juntos no le había fallado ni una sola vez. «No la merezco», solía pensar.

A medida que avanzaba la noche notaba cómo le iba faltando el aire. Tanto, que para cuando el sol empezó a entrar por su ventana le costaba hablar sin ahogarse. Sus hijos llegaron corriendo y les regaló una última sonrisa forzada:

-Venid aquí, hijos. Ahora me toca irme, pero no os preocupéis por mí. He tenido una vida plena y sé que vosotros también podréis conseguir lo que os propongáis… Sois buenos chicos… Cuidad… de vuesta madre…

La enfermera activó la bomba de morfina y Elijah sintió como el dolor desaparecía y se iba sumiendo en un profundo sueño.

2

Al recuperar la conciencia se encontró tumbado sobre una especie de butaca inclinada. Dos personas uniformadas se le acercaron con una sonrisa servil.

-¿Se encuentra bien Francis? Puede sentirse un poco mareado, es un efecto secundario del viaje. Además, no ha sido un viaje corto que digamos.

-¿Dónde estoy? ¿Por qué me llama Francis? ¿Quiénes son ustedes? -aún no conseguía ver con claridad debido a la luminosidad del ambiente.

-Ha vuelto a las instalaciones de Illusion, espero que haya disfrutado de la experiencia.

-Pero, ¿y mi mujer y mis hijos? Estaba en el hospital hace un momento.

-Irá entendiendo todo a medida que vaya recordando. Solo puedo decirle que mientras esté aquí dispondrá de todas las comodidades que desee y por supuesto, todo lo que necesite corre por nuestra cuenta. Tómese su tiempo. Ahora antes de dejarle marchar el doctor Milton le hará unas preguntas para confirmar que todo está correctamente. Puede sentarse a la mesa -dijo señalando hacia una mesa de madera con dos sillas una en frente de la otra.

Al marcharse entró un hombre alto con bata de aspecto serio. Se sentó en la silla y miró a Francis:

-¿Qué tal se encuentra señor Francis?

-¿Dónde está mi familia?

-¿Se refiere a su mujer y a sus hijos? Usted lo sabe, solo intente recordar.

-Yo no sé nada y no entiendo por qué me retienen. ¿Dónde estoy?

-No le estamos reteniendo, todo esto es parte del proceso. Usted firmó por ello. ¿Qué edad cree que tiene ahora mismo?

-Tengo 70 años y estoy muy enfermo, no entiendo por qué no estoy recibiendo cuidados médicos.

El doctor señaló un espejo en la pared. «Compruébelo por usted mismo». Francis se levantó y se dispuso a mirar su reflejo. «No puede ser… No puede ser», murmuraba a medida que iba perdiendo la consciencia. Frente a él encontró una cara que no reconocía. La cara de un joven de no más de 25 años.

3

Despertó tendido sobre un sofá en una habitación cálida y con una luz tenue. A escasos metros de él en una butaca se encontraba el doctor Milton.

-A veces cuesta volver a asimilarlo -lo dijo mientras ojeaba un informe-, pero al final todos acaban volviendo a sus viejas vidas y lo recuerdan como una buena experiencia. Si no fuera por el precio, la mayoría repetirían.

-¿Cuántos años tengo?

-22 años. Hará 23 el mes que viene.

-¿No tengo mujer, ni hijos? ¿Todo ha sido parte de una ilusión?

-Todo cuanto ha experimentado ha sido producto del viaje.

-Pero he vivido una vida entera, recuerdo todas las veces que fui con mis hijos al parque, el día de mi jubilación, recuerdo el día que conocí a Bárbara.

-Ha vivido 70 años, 3 meses y 11 días; y cada día vivido ha sido real, al menos en su mente. Vino aquí hace aproximadamente 11 meses. Sus padres le regalaron la experiencia Illusion por su cumpleaños. Durante los siguientes 2 meses estuvimos realizando pruebas y preparándole para el viaje. Comenzó el viaje hace exactamente 8 meses y 12 días. En este tiempo ha sido Elijah Olivaw, ha vivido su vida. Conseguimos esto mediante el uso de psicofármacos y la nueva tecnología de realidad virtual de Illusion. Mediante estas dos tecnologías usándolas de forma controlada por nuestros expertos le hemos hecho experimentar más de 70 años en apenas 8 meses y medio.

-Pero eso es una locura, ¡cómo puede la gente soportar algo así!

-Debido a nuestros rigurosos controles en la preparación y durante la prueba es imposible que ocurra nada inesperado. Entiendo como sé siente. Pero le aseguro que en seguida se le acabará pasando. Si me permite le llevaré al salón donde podrá tomarse su tiempo. Después tendremos otra charla y si todo va como debería podrá marcharse.

4

El doctor Milton decidió salir a pasear con su mujer. Era su rutina diaria desde que se jubilara. Ese día vio una cara familiar. A Milton le resultaba muy fácil acordarse de las personas pero aquella le costó más de identificar. Habían pasado 15 años desde que viera por última vez a Francis. Iba con su mujer, un niño mayor y una niña pequeña. Francis le reconoció en seguida y le saludó con una amplia sonrisa.

-¿Qué tal le va Francis?

-No me puedo quejar, la verdad, tengo todo lo que quería. Pero qué modales son estos   -dijo con tono de disculpa-,  permítame presentarle a mi mujer Bárbara y a mis hijos Marian y Victor.

Sir Savien Traliard

 

 

¿Podemos ser inmortales?

Hace muy poco oí una noticia que sugería que es muy probable que la persona que va a vivir más de 1000 años ya haya nacido. Más impactante aún, realizando una búsqueda por internet se pueden encontrar revistas de divulgación científica que explican que de aquí a 20 años las personas podrán decidir si morir o no, el envejecimiento será una opción. ¿Es cierto todo esto?

Según los investigadores actuales la pregunta no debería ser si es posible, sino de qué forma se hará. Y es que parece ser que se arribará a la inmortalidad de tres formas diferentes.

En primer lugar actuaría la genética. El envejecimiento ocurre por dos mecanismos principales. El más importante es el acortamiento de los telómeros. Los telómeros constituyen partes concretas del ADN que se colocan en los extremos de los cromosomas y que cada vez que una célula se divide, estos se acortan. La única función de estos telómeros es proteger el ADN impidiendo que se acorte. El envejecimiento ocurre cuando estos telómeros acaban acortándose completamente y empieza a acortarse también el ADN produciendo una acumulación de fallos en las células que resultan defectuosas. El segundo mecanismo es por daño en el material genético y en los diferentes órganos por diferentes mecanismos como radiaciones, oxidación… Para evitar el envejecimiento pues, sería necesario para los dos mecanismos: el primero mediante un enzima llamado telomerasa, presente en las células germinales y cuya función sería impedir el acortamiento de la telomerasa; el segundo lo veremos en el siguiente punto.

Hemos visto que una forma de envejecimiento es mediante el daño producido a diferentes órganos por diversos agentes. Esto nos lleva a la segunda forma de alcanzar la inmortalidad. Las grandes empresas internacionales como Google, Apple o Microsoft están invirtiendo en el transhumanismo, o lo que es lo mismo, tecnología que nos permita superar nuestras barreras biológicas mediante la simbiosis humano-máquina. Con esta tecnología podríamos ser más inteligentes, más rápidos o vivir más. Por ejemplo, podríamos diseñar unos nanorobots para reparar nuestros tejidos lesionados y así evitar el envejecimiento. No voy a excederme mucho con el transhumanismo porque si no saldría un artículo larguísimo pero como es un tema muy interesante dejaré bibliografía abajo y puede que algún día escriba un artículo sobre él.

Después de hablar del transhumanismo nos queda la tercera manera en la que llegaremos a la inmortalidad: la robótica. Aunque no sea igual que las anteriores dos y yo tenga algunas dudas sobre ella hay expertos que opinan que también sería una forma de mortalidad humana así que yo la expongo. Juzguen ustedes. Se cree que en poco más de dos décadas seremos capaces de diseñar máquinas con emociones, sentimientos, moral y capacidad para resolver problemas como nosotros y que por tanto, se le tendría que reconocer su humanidad.

Así pues, ya hemos visto los tres caminos para alcanzar la inmortalidad y que en principio se podrían poner en marcha en menos de 30 años. Con todo esto dicho parece ser que sí que ha nacido la persona que podrá vivir más de 1000 años lo que aún nos queda por ver es si al final querrá, o no, vivir tanto tiempo.

 

https://www.transhumanismo.org/articulos/transhumanismo.htm

http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-03-16/seremos-inmortales-en-30-anos-me-voy-a-asegurar-de-ello_1169012/

Julián Carax

Crítica a El juego del angel

Tres días han pasado desde que terminé de leer El juego del ángel  de Carlos Ruiz Zafón y me he propuesto realizar una crítica formal.

Para empezar he de decir que sí, tiene detalles en común con el primer libro: la formidable manera en la que Zafón describe la Barcelona antigua, el argumento, lugares y personajes que en muchas ocasiones son los mismos o relacionados… Aun así, también hay multiples diferencias con La sombra del viento. Para empezar se trata de una novela mucho más oscura con un argumento más complejo y unas situaciones más adultas.

Los personajes son memorables y es sencillísimo empatizar con ellos. Además las historias de estos personajes son también mucho más turbulentas que en su anterior novela. Tenemos al protagonista David Martín un joven huérfano que no levanta cabeza y que como veremos a lo largo de la novela aunque en ocasiones remonte su situación, en seguida vuelve a empeorar. También nos presentan a Pedro Vidal un galán de familia adinerada que se siente culpable de la muerte del padre de su amigo David y que a pesar de su fortuna muchas veces llegará a envidiarle. Pero el personaje más enigmático será Andreas Corelli que contratará a David Martín y que podría decirse que es el nuevo Julián Carax.

Aun así, no se engañen, si esperaban un libro con un final atado y sin cabos sueltos como en La sombra del viento, están muy equivocados. El libro se caracteriza por ser en ocasiones muy confuso e incluso angustiante al no saber qué es real y qué no. Presenta un final abierto y sujeto a la interpretación de cada uno con alguna sorpresa que otra.

El libro en sí es muy entretenido y muy fácil de leer con una historia que engancha desde el principio, aunque al final cuesta un poco más. Se lo recomendaría a cualquiera que quiera continuar con la serie de El cementerio de los libros olvidados, y a cualquiera que quisiera comenzar a leerla le recomendaría empezar primero con este libro, sobretodo porque ocurre antes en el tiempo y también porque es un libro bueno, pero en mi opinión, no llega al nivel del primero.

Julián Carax

¿Somos todos igual de felices?

Hace un par de años, con los conocimientos que fui adquiriendo de neurología y psicología empecé a plantearme si no eramos al fin y al cabo todos igual de felices. Así que realicé una investigación y descubrí la teoría de la felicidad cuantizada. Esta teoría, que está ganando seguidores entre la comunidad científica desde que se describió por primera vez en 1998, viene a decir básicamente una cosa: que todos somos igual de felices.

Antes de explicar esta teoría más en profundidad voy a definir primero algunos conceptos que iré utilizando. Para empezar, la felicidad vendría a ser el estado de ánimo en que la persona se siente satisfecha, es decir, un estado de ánimo positivo. Por tanto, la infelicidad sería justo lo contrario, un estado de ánimo negativo. Otro término importante sería el de tolerancia. La tolerancia consiste en una menor sensibilidad a una sustancia como resultado de su administración continuada. Esta tolerancia es causada por diferentes mecanismos que podéis encontrar en la documentación al final de la página.

Con estos dos conceptos aprendidos vamos a adentrarnos en la teoría de la felicidad cuantizada. Esta teoría como he dicho previamente sugiere que todos somos igual de felices. Pero no solo eso, sino que cogiendo todos nuestros momentos de felicidad si los restáramos a los momentos de infelicidad el resultado sería de 0. Lo que quiero decir con esto es que si en nuestra vida hemos tenido 10.000 días felices habremos tenido también otros 10.000 días infelices. Ésta, obviamente es una forma muy simplista de ejemplificarla, pues también hay que tener en cuenta el grado de felicidad o infelicidad. No es lo mismo un día de felicidad extrema que un día con una pizca de felicidad.

Todo esto que he explicado está muy bien, pero ¿tiene alguna base científica o son solo suposiciones? Para responder a esta pregunta primero voy a explicar como se produce la felicidad a nivel neurológico. Cuando realizamos algo que nos gusta o nos ocurre algo placentero, nuestro cerebro secreta dopamina en el sistema límbico (que es el sistema de recompensa de nuestro cerebro), produciendo placer y bienestar. Esto ocurre para que aprendamos lo que hemos de hacer y lo que no. Es la forma de aprendizaje más simple que existe: recompensa y castigo). Así pues, parece lógico pensar que aquellas personas que tengan una buena vida y que les ocurran más cosas placenteras y que por tanto secreten más dopamina sean más felices. Pero aquí es donde toma parte la tolerancia a la dopamina. Las neuronas de estas personas, que supuestamente deberían ser más felices, están insensibilizadas frente a la dopamina y por tanto necesitan una cantidad mayor de dopamina para sentir bienestar que aquellas personas que hayan estado menos expuestas a la dopamina. Además la falta de dopamina produce infelicidad y por tanto ante situaciones negativas las personas con alta tolerancia a la dopamina tendrán más malestar que las personas sensibles a ésta.

El paradigma de todo lo expuesto anteriormente se encuentra en los adictos a las drogas. Tomemos por ejemplo la heroína o la cocaína. Estas dos sustancias actúan aumentando la concentración de dopamina de forma brutal. Por eso producen una sensación tan placentera en quienes las consumen. El problema de esto es que, como he explicado antes, una gran cantidad de dopamina en el cerebro conlleva una gran tolerancia a este compuesto. La unión de estas dos circunstancias, la alta liberación de dopamina y la gran tolerancia, son las que acarrean la adicción a esta sustancia, ya que al final la persona necesita niveles cada vez más altos de dopamina, ya no para obtener placer, sino para no sentirse mal.

Entonces, si todos somos igual de felices, ¿para qué sirve todo esto de la dopamina y el sentirse bien o mal? A nuestro cerebro no le interesa que nosotros seamos felices. Tampoco que seamos infelices. Lo único que le interesa a nuestro cerebro es que hagamos ciertas cosas y no otras para que sobrevivamos y nos reproduzcamos. Nuestro cerebro ha aprendido mediante la selección natural a no hacernos constantemente felices ni infelices sino a utilizar un sistema que nos vaya guiando y nos vaya enseñando lo que es bueno para nosotros y lo que es malo. Si fuéramos siempre felices no querríamos hacer nada nuevo, pues ya tenemos todo lo que queremos, y sin embargo siendo perpetuamente infelices tampoco haríamos nada porque habremos aprendido a que no podemos salir de esa infelicidad. Por tanto el cerebro halló un punto de equilibrio. Y es aquí donde dejo a su libre decisión creer con todo lo que he explicado si este equilibrio es neutro y para todos igual o no.

Como siempre les dejo abajo documentación para ampliar más el tema.

Tolerancia y dependencia

Teoría de la felicidad cuantizada

Julián Carax

 

¿Por qué los embriones humanos tienen cola y branquias?

Todos hemos visto el clásico documental en el que se ve cómo de un espermatozoide y un óvulo que se unen acaban apareciendo millones de células que finalizan con el nacimiento de un bebé. De la misma forma, todos recordaremos la imagen del embrión con cola, sin que nos resulte extraño, a pesar de que nosotros no dispongamos de ella. Estoy convencido de que muchos habrán llegado a la conclusión de que tiene algo que ver el que vengamos del mono. Y no van mal encaminados. Pero también estoy convencido de que la mayor parte de estas personas ni habían oído hablar de las branquias de las que disponemos durante nuestra etapa embrionaria ni de la razón última por la que estamos dotados de múltiples estructuras anatómicas, pertenecientes a otras especies animales, que involucionan durante nuestro desarrollo.

Antes de responder a estas cuestiones, me gustaría explicar brevemente la historia de la teoría de la evolución. Vamos a considerar como punto de partida el Darwinismo. Charles Darwin sostenía que el motor de la evolución eran, por un lado la selección natural, es decir, que el más preparado es el que sobrevivirá y prevalecerá; por el otro, la herencia de los caracteres adquiridos, formulada en primer lugar por Jean-Baptiste Lamarck y que viene a decir que las alteraciones sufridas por ciertos individuos se transmiten a su descendencia. El problema por aquel entonces radicaba en que no se sabía en que consistían esas alteraciones ni como se transmitían.

Un monje agustino en el imperio austríaco y un botánico neerlandés resolvieron estas dudas. El primero, Gregor Mendel propuso sus famosas leyes de la herencia genética explicando el modo de transmisión. El segundo, Hugo de Vries uno de los mayores exponentes de la teoría conocida como mutacionismo, que propone la existencia de alteraciones debidas al azar que pueden ser transmitidas o no a la descendencia. Al integrar estos dos hallazgos al darwinismo parecía que ya se podía explicar la evolución de las especies de forma holística.

Sin embargo, había algo que no llegaba a cuadrar del todo. Según estas teorías la diversidad en las especies se produce al ir añadiendo pequeñas variaciones debidas a mutaciones que de ser beneficiosas para el individuo van proliferando según la selección natural. Lo explico con un ejemplo: imaginémonos que el antepasado de la jirafa tuviera el cuello corto. Según la teoría de la evolución, los que tuvieran el cuello más largo serían los que podrían comer de los árboles y por tanto serían los que se reproducirían y tendrían hijos, de los cuales los que tuvieran el cuello más largo serían los que podrían comer de los árboles y se reproducirían. Así, mediante mutaciones, selección natural y el paso de generaciones acabarían surgiendo las jirafas con el cuello largo. Por tanto, basándonos en esta lógica si cogiéramos los restos fósiles de estos animales, podríamos ver una sucesión en el crecimiento del cuello de los mismo.

Contrario a lo que cabría esperar, en la mayoría de los fósiles encontrados, esto no ocurre. Lo que vemos son grandes cambios y estáticos en lugar de pequeños y sucesivos. Además, mediante secuenciación genética se confirmó que la mayoría de las diferencias genéticas entre especies no estaban en genes que codificaban proteínas estructurales y enzimas, sino en los genes reguladores del desarrollo embrionario.

Antes de continuar, un pequeño inciso para los que se hayan perdido en este párrafo, los que no lo hayan hecho que continúen al siguiente. Un gen es un fragmento de ADN que codifica un producto funcional, la mayoría de las veces una proteína. Estas proteínas son moléculas que cumplirán una función específica y la diferencia entre proteínas determinará en mayor o menor medida la diferencia entre dos individuos o especies. Hay muchos tipos de proteínas. Dos de las más importantes son las proteínas estructurales, que como su propio nombre indica forman la estructura de nuestro cuerpo y los enzimas que tienen funciones metabólicas en las que no entraremos de momento.

Los genes reguladores del desarrollo embrionario consisten en segmentos de ADN que se activan en momentos concretos del desarrollo embrionario y que codifican proteínas que activan otros genes. Podría decirse que estas proteínas son como una llave que abre una caja de herramientas donde hay otros muchos genes. Podemos suponer pues, que una mutación en estos genes reguladores puede crear una gran alteración en el individuo que la padezca puesto que están a cargo de otros muchos genes.

Hoy en día los biólogos opinan que las mutaciones en estos genes son los causantes de la inmensa mayoría de la diversidad evolutiva que existe. Es aquí donde llegamos al quid de la cuestión. Como las diferencias entre las especies se deben a alteraciones en momentos concretos del desarrollo embrionario, podemos asumir que la mayoría de las especies tendrán una parte de la etapa embrionaria común, durante la cual tendrán estructuras similares y que a medida que vaya madurando el embrión se irán diferenciando. Además, se deduce que cuanto más emparentados estemos filogenéticamente con una especie, es decir, cuanto más nos parezcamos, más tiempo tendremos una etapa embrionaria común, como se puede apreciar en la siguiente imagen.

Un ejemplo para resumir todo lo que hemos explicado de momento: si tomamos un embrión humano desde que se forma, en un principio tendremos un embrión indiferenciado que si tuviera las mutaciones pertinentes en los genes del desarrollo embrionario podría diferenciarse hacia un tiburón, hacia una tortuga o hacia un perro, por poner 3 ejemplos. Sin embargo, a medida que va pasando el tiempo de gestación y las estructuras se van diferenciando y van expresándose unos genes del desarrollo y no otros vamos también especificando el individuo que obtendremos al final de la gestación. Por ello, podríamos decir que durante nuestra etapa embrionaria somos más tiempo cerdo que pez, porque al estar más emparentados filogenéticamente con el cerdo los genes del desarrollo que nos diferencian del cerdo se activarán en una etapa más tardía que los genes del desarrollo que nos diferencian del pez.

Entonces, ¿por qué tenemos branquias y cola? Porque todos los animales nos formamos a partir de estructuras comunes que se van diferenciando para dar una u otra especie a medida que avanzamos en el desarrollo embrionario. Tenemos branquias porque evolutivamente el antepasado común de los mamíferos, las aves, los reptiles y los anfibios era un pez que tuvo una mutación en algún gen regulador del desarrollo embrionario que propició que en algún momento durante el desarrollo, las branquias de este individuo se diferenciaran en otras estructuras. Por esta razón nosotros cuando somos embriones, durante un tiempo y hasta que se activa este gen mutado tendremos branquias. Con la cola ocurre lo mismo pero de una forma mucho más intuitiva.

Como curiosidad, estaría bien incluir que ésta es una de las razones por las que se suele decir que tenemos un 99% de ADN de chimpancé o un 90% de ADN de cerdo, pues pequeñas alteraciones en estos genes del desarrollo causan grandes cambios morfológicos sin necesidad de alterar el resto de genes.

Para más información sobre estos temas dejo aquí algunos links de donde he sacado la información:

http://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/darwin-y-la-teoria-de-la-evolucion

http://www.nodo50.org/arevolucionaria/masarticulos/noviembre2004/historiaevolucion.htm

http://leyesdemendel.com/

http://www.monografias.com/trabajos105/biologia-evolutiva-del-desarrollo/biologia-evolutiva-del-desarrollo.shtml

Julián Carax